Por: Víctor Galindo “Vigaro”
Mucho se ha escrito acerca de los naturales que vivieron en nuestro actual continente, de las culturas mesoamericanas y mucho se ha distorsionado la realidad de los acontecimientos, tomando en cuenta que la historia la han escrito aquellos que subyugaron, amedrentaron, exterminaron y controlaron a quienes habitaban el extenso territorio, hoy llamado continente americano.
Las historias que acompañan cada uno de los más de 200 poemas compilados en el libro “Cantos Tecuejes” del escritor tapatío Carlos Vallín, son el resultado de más de siete años de investigación en lo que fuera, antes de la llegada de los conquistadores, el hogar de tribus Tecuejes, Caxcanes, Cocas, Wirarikas, Huachichiles, entre otras que despectivamente recibían el nombre de Chichimecas, por ser aguerridos y difíciles de doblegar por los españoles.
El terreno que dominaban estos grupos étnicos, se extendía desde lo que ahora comprende Jalisco, Colima, Nayarit, Aguascalientes, parte de Sinaloa, de Guanajuato y de Zacatecas, hasta la frontera étnica natural con los Tarascos (hoy Michoacán).
Durante la presentación de esta obra, la también escritora Silvia Quezada Camberos, esbozó; “¿Qué se ha dicho de la cultura de occidente? Porque estamos acostumbrados, conocemos mucho de la cultura del centro que es la que se ha quedado en papel con la letra impresa, pero muy poco de nuestra cultura de occidente”.
Agregó que este trabajo, se convierte en un documento que da voz a los caídos y no a los vencedores, “esta sería la naturaleza exacta de todo el poemario cantos Tecuejes, creo que la poesía…cada vez que se afianza en las comparaciones, nos muestra culturas y formas de ser, diferentes. A veces los objetos que nombra, parecen estar disociados; hay aromas y palabras que parecieran equivocas, pero es nuestro desconocimiento como mexicanos, de esa cultura. Lo que ha logrado Carlos Vallín en este poemario es casi didáctico”.
El autor por su parte, abundó acerca de su cuarto libro, cuyo primer millar de ejemplares continúa desplazándose a un precio realmente razonable; tomando en cuenta que, en la actualidad, resulta muy complicado encontrar una casa editorial que brinde total apoyo a proyectos, como es el caso, relativamente largo por su concepción, casi ocho años de investigar en campo, con documentos y referencias; pero que siempre resultan pronóstico reservado.
Sin embargo, para “Acento” casa editorial, y quien respalda este libro como parte de un concepto donde no solamente se narra poesía, sino que también se aprende historia, así lo explicó Alfredo Gutiérrez durante su participación en el Ágora del Ex Convento del Carmen.
La riqueza histórica contenida en cada uno de los poemas, ordenados cronológicamente, lleva al lector por un pasado armónicamente entrelazado, con situaciones, lugares y personajes reales, cuidadosamente documentados.
Un punto medular de la obra es Guachimontones, las actuales ruinas de un asentamiento prehispánico ubicado en la región Valles de Jalisco, exactamente en Teuchitlán, pero que, a decir del autor, fue tomado como un referente y lo explica, “está el debate entre los arqueólogos si Santa Quiteria era más grande o del mismo tamaño que lo que se aprecia hoy en Guachimontones, en Teuchitlán, muchos dicen que era más importante que Teuchitlán y otros dicen lo contrario; pero hay Guachimontones en Teuchitlán, Santa Quiteria, Ahualulco, Etzatlán, en el cerro La Coronilla, en Bugambilias, en El Palomar, en el cerro de El Tepopote en el municipio de El Arenal y por toda la zona Valles, lamentablemente la mancha urbana se ha tragado muchísimos asentamientos”.
A la pregunta expresa de qué lo llevó adentrarse en cuestiones históricas y en particular, la cultura del occidente de México; Vallín señaló que le resultó fascinante averiguar un poco más de las raíces que dieron origen a una sociedad mestiza, con raíces profundas en las etnias pero con desconocimiento de ello, ya que lamentablemente cuando se da seguimiento a los orígenes, la base son los apellidos que regularmente corresponden a los europeos, pero hubo también la castellanización de naturales como Tenamaxtle que fue llamado Francisco y la propia reina Cihualpilli de Tonalá, quien recibió un nombramiento “Danza Bautista” que derivó en dos apellidos con raíces étnicas, al igual que otros apellidos como Cuauhtémoc o Moctezuma.
El trabajo presentado por Carlos Vallín, su cuarto libro, y el más demandante desde su primer trabajo literario poético publicado en el año 2012, le ha ubicado en una pausa para retomar nuevos temas, pero satisfactoriamente, reconoció que ha valido la pena, al grado que, de ser necesario, la editorial está en la disponibilidad de imprimir otro tiraje y los que sean necesarios.
Así este escritor de poesía, por convicción; psicólogo de profesión, tapatío de nacimiento; se reencuentra en este poemario con sus raíces e invita a los lectores a encontrarse con pasajes que fueron rescatados del anonimato, gracias a Cantos Tecuejes, un libro que todo aquel que se siente orgulloso de ser jalisciense, debe tenerlo.