¿Y las mujeres, diputada Haidyd?

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Región de opinión – Por Adrián Jiménez Amaya

No deja de sorprenderme —aunque quizás ya no debería— cómo el poder transforma, hablando de un partido en el poder que se auto nombra, de la 4ta transformación, con su silencio y traición. Lo vimos el pasado 26 de marzo en la Cámara de Diputados, cuando se votó en contra del desafuero de Cuauhtémoc Blanco, el exgobernador de Morelos acusado por su propia media hermana de tentativa de abuso sexual. Entre los votos que blindaron a Blanco, estuvo el de la diputada federal por el Distrito 18, Haidyd Arreola López. La misma diputada que, durante su campaña, hablaba de justicia, de ética, de mujeres. Hoy, su voto la retrata con claridad.

¿Qué pasó con el compromiso con las víctimas, diputada? ¿Dónde quedó el discurso de defensa de los derechos de las mujeres? ¿Cómo justificar que haya optado por proteger a un hombre señalado por un delito tan grave? No es poca cosa: tentativa de abuso sexual, y no por cualquiera, sino por un familiar directo. ¿Es esto lo que Morena llama “no mentir, no robar, no traicionar”? Porque a muchos y muchos en el distrito nos parece exactamente lo contrario.

Lo que indigna aún más es el silencio cómplice. La diputada suplente, Arantxa Arias , conocida activista desde Tecolotlán por la defensa de los derechos de las mujeres, no ha dicho una sola palabra. ¿Dónde quedó la voz firme que en otro tiempo exigía justicia? ¿Dónde están los posicionamientos, las protestas, los principios? ¿Acaso ya no hay espacio para la sororidad cuando se pisa alfombra roja en San Lázaro?

Y para colmo, sigue flotando en el aire una sombra que nunca se disipó del todo: la del documento filtrado durante la campaña, donde supuestamente Haidyd Arreola López, entonces candidata, firmó compromisos con Mario Delgado, dirigente nacional de Morena. En ese escrito —de autenticidad aún no aclarada— la hoy diputada aseguraba lealtad absoluta al partido por encima de “cualquier cuestión personal y social”, y pedía, entre otras cosas, una casa habitación en la Ciudad de México, $50 mil pesos mensuales adicionales y nómina asegurada para su equipo de campaña, ya como asesores. Todo esto, un cambio de apoyo político y respaldo electoral.

¿Y quién paga esas casas? ¿Quién cubre esos sueldos y esos viáticos? Nosotros. El pueblo. La misma gente que votó creyendo en un cambio, en una voz distinta, en una diputada que representaría nuestras causas, no que se convertiría en parte del sistema que juró combatir.

Hoy, después de su voto, después de su silencio, después de sus omisiones, me pregunto qué le dirá Haidyd Arreola López a las mujeres de su distrito. A las que han alzado la voz contra la violencia. A las que han exigido justicia. A las madres, hermanas e hijas que esperan que sus representantes no las traicionen.

A veces el silencio habla más fuerte que cualquier discurso. Y hoy, el silencio de su suplente, el voto de la diputada, y la falta de explicaciones, nos gritan que, para algunos, el poder vale más que los principios.

Qué decepción, diputada Haidyd. Qué decepción, Arantxa.

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